Blogia
Strange

Lo malo conocido

Lo malo conocido

El mundo estaba vacío. No había nadie, ni vivo ni muerto. No parecía un desastre natural, ni una guerra. Todas las máquinas, las que no precisaban de intervención humana, seguían funcionando. Nadie respondía a los teléfonos, excepto los contestadores automáticos.

Pero no le importaba. Nada le importaba ya. Salió de casa con esos estúpidos pantalones, la camiseta promocional de Dew del revés y su habitual y desperdigado pelo rojizo, recogido de forma desaliñada. Caminó arrastrando los pies, creando remolinos. Remolinos de hojas secas enredadas en sus pies. Tampoco eso importaba. Miró al cielo. Estaba oscuro, de ese azul grisáceo del que siempre quiso pintar su habitación. Recordó cuando disfrazó las paredes de distintos tonos hasta darse por vencida. Nunca consiguió ese azul, pensó, y ahora lo tenía encima encerrándola como siempre deseó.

Ajena a la desgracia de su mundo, miró a cada lado de la dormida carretera, como siempre, para cerciorarse de que nadie se la llevara por delante. Cuando llegó a la otra, se detuvo. La estática se apoderó de todo. Tenía tanto tiempo ahora que había decidido renunciar a todo definitivamente que se paró a pensar qué sentido tenía mirar a ambos lados, vivir segura, si era justo lo que no deseaba. Y luego pensó que tampoco nunca le importaron esas cosas. ¿Por qué iban a trascender ahora?

Continuó en su habitual monotonía, caminando cabizbaja. A veces se preguntaba por qué lo hacía, pero se desvanecía en su mente el pensamiento con la facilidad con la que se escapa una mirada. Dio, de súbito, con las piedras del enmarañado y lúgubre parque que había adormecido su infancia. Hacía ya demasiado que nadie lo pisaba. Hacía demasiado que nadie lo cuidaba. Nadie. De nuevo se iluminó la palabra en su mente. Algo estaba ocurriendo. En su interior anhelaba saber el qué. Pero una pegajosa capa de niebla no se lo permitía y, dado que nunca fue una luchadora, no hizo ademán de persistir. Sentía que todo iba lento, que lo que se movía inquieto dentro de ella era lo único verdaderamente vivo en el mundo.

Se había adentrado en el parque. Fue entonces cuando la vio. Recordaba la línea a la perfección. Todos sus temores e inquietudes, las inseguridades que había sentido al renunciar, resurgieron. Era igual que cuando la abandonó: apenas definida y eléctrica. Tuvo que contener su impulso de volver a ella, no era conveniente caer en errores pasados. Simplemente se sentó y la observó. Recordaba haberla cruzado tantas veces... La primera tan sólo tenía 9 años.

Se adentró un poco más en la quietud del parque. El día se tornaba más gris a cada momento y la luz tomaba matices plateados. Siguió en su andadura. Reparó entonces en que la línea la perseguía: había cambiado el recorrido. Ahora se dibujaba mientras ella caminaba. No podía evitarla y, en cierto modo, deseaba por encima de cualquier cosa volver de nuevo. Se acordó de aquella canción que hablaba de rascacielos, supuestas catedrales, de sus sombras, de esa línea que se mueve rodeando la valla eléctrica.

No podía resistirlo. Quizás este era el momento. Y así, sin más, la siguió. A medida que caminaba jugueteaba con ella, descubría algo nuevo. Encontraba las respuestas a millones de preguntas. Pero eso es algo que sólo ella sabe.

A tres jornadas del descubrimiento, algo empezó a cambiar. Todo parecía más activo: algo había vuelto a la vida. No supo cómo, ni siquiera por qué, pero lo sabía. El ambiente parecía desierto.

Al cabo de un tiempo, dio con ello. El nuevo viviente se había parado en medio de la recta.

¿Quién eres? ¿Qué haces tú aquí? ¿Acaso no ves que no queda nada?
Soy yo. Lo demás no importa.
Yo también soy yo. Curioso, ¿eh? Aparta de mi línea o di algo que no aumente mi exasperación. Llevo días andando.
Soy yo. Soy cero. Cero es nada. La nada no siente. Pero la nada es, tiene un sentido, un significado. Se podría decir que es un misterior.
Excelente estupidez. ¿Intentas ser profundo o….?
¿Qué te dice que soy profundo y no profunda?
¿Y qué te dice a ti esto?

Levantó el dedo corazón con un gesto atropellado.

—Me dice que no puedes seguir mi línea con esa actitud prepotente.
—Parece mentira… Estas ahí en medio, como un imbécil, o una imbécil, o un ello imbécil, lo que quiera que seas, y no has contestado siquiera a mi primera pregunta. Ni a la segunda. ¿Debo mencionar las restantes o te basta con tu memoria?
—Es a corto plazo.
—Bien, pues había una cuarta.
—No seas ridícula, solo bromeaba. Las recuerdo todas como si fueran mías. Son mías.
—Tú… tienes un problema de posesividad.
—Bonito termino inventado. Aplaudo tu ocurrencia.
—Venga, aparta ya. No estoy para adivinanzas. Menos aún con un ello inconcreto que se planta en medio de una línea que nunca le correspondió, perturba la quietud del mundo en el que yo (y solamente yo) habito, suelta una sarta de ofensas y pretende que la cortesía salga de quien aquí esta siendo medianamente coherente. ¿Hace falta que te diga de quién se trata o es que aún no te has dado cuenta de que, como dije, no queda nada?
—Soy tu. No puedes quitarme del medio. Bueno, a menos que quieras abandonar tú también la línea. Y, por cierto, acusarse a uno mismo de sus propios defectos es un gran síntoma, te felicito.
—¡No seas estúpido! Estás agotando mi paciencia. Antes decías que eras tú y ahora dices que eres yo. Además, si tú eres yo. ¿Quién es la que está aquí plantada hablándote? No, no tiene ningún sentido.
—¿Ves algo aquí que lo tenga?
—Sí. MI LÍNEA Y YO.
—Tu línea y tú sois algo más que dos, deberías saberlo.
—Tres son multitud y yo aquí no veo ninguna.
—Veo que tienes una respuesta para todo, aunque se te acaba la inspiración. Te lo explicaré sencillamente. O te haré una pregunta que le da sentido a todo esto: ¿sabes acaso por qué sois solo tu línea y tú? ¿Sabes por qué la sigues como si fuera la solución de un problema que ni tú misma conoces?
—¿Ese es todo tu reto? Está bien. Somos solo mi línea y yo porque es lo único que queda. Lo único útil, por cierto. Y la sigo porque la vi.
—Ya la habías visto antes.
—Dejaré el capítulo de los “¿Cómo sabes tu eso?” para el final. Sí, la vi antes. Pero nunca me llevó a ninguna parte, ¿no? Supongo que también sabes el por qué de eso.
—Soy tú, no Dios.
—Dios no existe.
—Sé que solo tratas de esquivarme. Veo que un mano a mano contigo es imposible, así que seré más explícito. Siempre te llevó a algún sitio. El problema era que necesitabas estar sola. Podías alcanzarla, sí, pero no en el sitio y el momento necesarios. Eso siempre fue una ayuda para mí. ¿Y para ti? Splo fue un mero juego de críos. Tu la veías tan solo como una línea que…
—¿Cómo querías que la viera? Es una línea.
—Te agradecería, arrogante errante, que no me interrumpieras. Como decía, siempre la viste como una simple línea que atravesaba tu parque. Y ni siquiera te percataste de que tan solo tú la veías allí. Cada uno tiene la suya en un sitio.
—Blabla, rollos del destino. ¿Ahora vendrá el hombre del saco, verdad?
—Desde luego, nunca cambiarás. Siempre tan escéptica. Eso es lo que me gusta de ti. ¡Ah! No me interrumpas, por favor. Conozco tus intenciones antes que tú misma. No te molestes. Bueno, creo que te estaba explicando un rollo místico estúpido, ¿verdad? Quizás me puse muy trascendental. Cada uno, decía, tiene la suya. Y la línea, paradójicamente, es uno mismo.
—¿Uno mismo? Perdona, no volveré a…
—No te preocupes, me alegro de que dejes de ser tan obstinada y empieces a entender. Tu línea promete.
—Bueno, mientras la recorría entendí cosas que me preguntaba desde hace tiempo.
—Es buena señal. No te he contado aún porque la línea nunca te llevó a ningún sitio ¿Recuerdas que siempre empezabas dónde acababas? No era el momento de seguirla. Cuando naciste, tú misma la trazaste sin siquiera pretenderlo. Me sorprendió mucho que te interesaras por ella de forma tan temprana, pero no podía permitirlo. Por mucho que quisiera ver cómo afrontabas los hechos, no era yo quién ponía las reglas.
—No lo entiendo ¿A qué te refieres? Todo es tan confuso….
—Bueno, rompiendo un poco con las formalidades (se qué a ti eso te encanta), pensaba dejar las presentaciones para el final, pero veo imposible seguir mi historia sin revelarte mi identidad. Soy tú, como ya te lo dije. Bueno, en realidad soy una parte de ti.
—No entiendo nada.
—Permíteme que te lo explique. Soy el que guarda tu línea. Por eso me paré aquí en medio. En realidad yo estaba ahí todo el rato. Pero consideré este momento el oportuno para obstruir tu paso. Otra de mis tareas, a parte de guardar incorrupta tu línea, no permitir que te adentres en ella incorrectamente antes de lo necesario e inducirte hacia ella en su justo momento, es aguardar hasta que encuentres el final.
—Vaya… Estoy confusa. Podría preguntar tantas cosas... ¡Tantas dudas me asolan ahora que casi todas estaban resueltas!
—Bueno, es natural, si no la vida no sería vida. Los problemas y las dudas son una parte esencial.
—Una parte que no me gusta. Pero, entonces… ¿encontrar el final? De pequeña seguí la línea muy lejos, muchos días.
—¿Nunca te has preguntado por qué muere la gente?
—Miles de veces.
—Bien… Creo que servirá como explicación sobre una de las dos piezas fundamentales de estas extrañas rectas. Naturalmente, no todas las muertes se deben a las líneas. No puedo pararme a explicarte esa parte, creo que la conoces. Aunque en tu propio mundo, como ves, es de día, en la imitación general, donde se cruzan las líneas de todos, la noche está muriendo. Debo darme prisa.
» Las muertes que llamáis naturales, por enfermedad o súbitas no son sino problemas en las líneas. En unos casos —te contaré la historia brevemente—, se debe a que el guardián de la misma ha cometido una negligencia y ha permitido que el ser al que pertenece se adentre en ella antes de lo debido. Por tanto, y lamentablemente, ambos pagan esta incidencia con la muerte. Te hablo, por supuesto, de eso que denomináis muertes prematuras. Se dan en gente joven. Tú sigues siendo joven, sí, pero hace dos años traspasaste la edad permitida. Me sentí aliviado de poder calmar tu inquietud entonces, pero me di cuenta de que no era el momento. Por eso nunca pude hacer que tu persecución tuviera recompensa. Si lo hacía, obtendrías un castigo en su lugar. Sé que te dolía aceptarlo, pero debía ser así, por frustrante que parezca.
» En otros casos, la línea comienza a describir círculos interminables. Esto es, en parte, culpa también del guardián. En edades tempranas es lo correcto, es la forma de mantener a raya a los inquietos como tú. Sin embargo cuando llega el momento, si la línea se convierte en un círculo vicioso, es que el guarda de la misma no la mantuvo incorruptible o se tomó poco en serio su propio cometido. A veces, incluso, lo hacen por venganza. ¿Has leído sobre los renegados en las historias fantásticas? Nosotros también les llamamos así. No somos demasiado originales, todo sea dicho, así que tenemos que recurrir a este tipo de licencias. Me temo que no puedo darte más información sobre los fallos de estas maravillas en este momento.
—Yo… Entonces… si estoy aquí contigo, ¿quiere decir que he muerto? ¿Tan pronto?
—Vaya, soy un despistado. No, no te alarmes. Toda persona visita dos veces al guardián de su línea. Una para encontrarse a sí mismo. La otra para morir. La segunda vez es más breve. Luego se hace la negrura y tu línea se borra de ambos mundos: el tuyo y el general.
—Así que, en definitiva, ¿acabo de encontrarme a mí misma?
—Se podría decir que sí. He de decirte que todo lo que te he contado lo volverás a recordar tan solo la víspera de tu fallecimiento. Y bien, ¿qué harás ahora que has encontrado el sentido de tu vida?
—Supongo que lo de siempre, pero con un rumbo a seguir. No puede cambiar mucho si no recuerdo todo esto.
—Sabía que darías con la respuesta adecuada. Bueno, ha sido un placer. Veo que me tocó una línea de las buenas. Es hora de volver.

La luz la cegó al girarse de súbito para observar lo que la rodeaba. De la calle nada parecía haber cambiado, excepto la ya inexistente presencia del guardián. Algo la atormentaba. Estaba, como en el momento en el que él interrumpió sus pasos, en medio de la carretera que cruzaba desde el gran reloj de sol a la plaza más brillante y ostentosa de la ciudad. Se percató entonces de la presencia de cinco o seis viandantes, que, entre numerosos bostezos, caminaban con sus proyectos a cuestas. Algo no encajaba. Recordaba a la perfección las palabras del guardián y el mundo ya no era el suyo. No estaba parado. Todo lo que antes se movía, ahora también lo hacía. El frenazo se oyó en las calles colindantes. Para el mundo era aún temprano. Para ella, demasiado tarde.

10 comentarios

PoisonGirl -

La verdad es que mola un webo, qué edad tienes? :P Llevo días pasándome y no vuelves... seguiré por aquí, que ya me has picao XDDD

GothicMoon -

inkreible... nu dejes dskribir punkita :/ nu te alejes

Elwina -

Simplemente genial ;). Cómo nos vas a negar q eres una buena escritora? Sigue así y llegarás lejos, chica malosa, y alegra esa carita, vale? :D.

Yosi -

tia, te sales!

Ineiah -

Qué grande Punkita... me ha encantado (entiendes ahora por qué insisto tanto en que escribas?). Un abrazo.

Quiara -

Niña me alegro un moton de q estes en activoooo muaksss!!
Lo he leido detenidamente y es increible,la tristeza es desbordante!!Sal de tu retiro o te saco yoooo:**

mARCH -

Oye...eres un jodido genio(existe esta palabra en femenino? genia? XDDD)
Realmente brillante. Es el mejor dialogo k habia leido en muuuucho tiempo. Si no te dedicas a esto(o almenos al Arte) es k estas loca.
No hay palabras. Necesito volver a leerlo XDDD

Cube -

Eh, genial.
Un gran relato. Felicidades

Strange -

Bueno, como veis he hecho una paradita para pagar peaje a mis lectores, usease, vosotros :P
Lo escribí para la cajatonta ayer en un par de horitas. Se que es largo pero bueno, tenéis todo mi retiro para leerlo. Espero que os guste....Aqui os dejo el link donde estan los relatos de los otros cajatonteros....y si os animais, podeis postear alguno vuestro:
http://www.cajatonta.tv/foros/viewtopic.php?t=18389&start=0